El sangrado uterino anómalo (SUA) es un término médico que describe cualquier tipo de sangrado menstrual que se presenta con una cantidad, duración o frecuencia fuera de lo común en mujeres que no están embarazadas y que se encuentran en edad fértil. Esta condición es significativa porque puede interferir con la salud reproductiva y general de la mujer, además de ser un síntoma de diversos trastornos subyacentes. Para comprender mejor el SUA, es fundamental conocer las características de un ciclo menstrual considerado normal, así como las diversas causas que pueden dar lugar a esta anomalía.
En condiciones normales, la frecuencia del ciclo menstrual oscila entre 24 y 38 días, siendo el promedio de 28 días. El sangrado menstrual asociado con estos ciclos dura típicamente alrededor de cinco días, con un rango entre dos y ocho días. En términos de cantidad, la pérdida de sangre durante el ciclo menstrual normal se estima en aproximadamente 40 mL, aunque puede variar de forma individual. Cualquier desviación de estas normas en cuanto a cantidad, duración o frecuencia del sangrado se considera anómala y, por ende, se clasifica como SUA.
El concepto de SUA se ha definido y estructurado de manera más precisa a través de la introducción de un sistema de clasificación por parte de la Federación Internacional de Ginecología y Obstetricia (FIGO) en el año 2011. Este sistema, que fue posteriormente respaldado por el Colegio Americano de Obstetras y Ginecólogos, proporciona una manera sistemática de categorizar los distintos patrones de sangrado anómalo, considerando tanto su presentación clínica como su etiología. La clasificación establece términos descriptivos para identificar los patrones del sangrado, tales como sangrado abundante, leve, menstrual o intermenstrual, y asocia cada patrón con una posible causa subyacente. Para ello, se emplea el acrónimo PALM-COEIN, el cual representa las siguientes causas:
- Pólipo: Lesiones benignas en el endometrio que pueden causar sangrados anormales.
- Adenomiosis: Una condición en la que el tejido endometrial crece en la pared muscular del útero, lo que puede generar sangrados intensos o prolongados.
- Leiomioma: Tumores benignos en el útero que pueden interferir con la función normal del órgano y causar sangrados irregulares.
- Malignidad e hiperplasia: La presencia de cáncer o crecimiento anormal del endometrio puede dar lugar a sangrados anormales, a menudo relacionados con cambios hormonales.
- Coagulopatía: Trastornos de la coagulación sanguínea que pueden causar sangrados excesivos.
- Disfunción ovulatoria: Alteraciones en el ciclo ovulatorio que resultan en sangrados irregulares, comunes en el contexto de disfunción hormonal.
- Endometrial: Alteraciones o enfermedades del endometrio, como la endometritis o la hiperplasia endometrial.
- Iatrogénico: Causado por intervenciones médicas o tratamientos, tales como el uso de dispositivos intrauterinos, medicamentos o procedimientos quirúrgicos.
- No clasificado aún: Casos en los que no es posible identificar una causa específica del sangrado anómalo.
En cuanto a las diferentes franjas de edad, es importante destacar que el SUA tiene características particulares según la etapa de la vida de la mujer. En las adolescentes, el SUA se presenta con mayor frecuencia debido a la anovulación persistente, una condición en la que no ocurre la ovulación regularmente. Este fenómeno es particularmente común durante los primeros años de menstruación, ya que el eje hipotálamo-hipófiso-ovárico (el sistema endocrino que regula la ovulación) no está completamente maduro, lo que puede generar ciclos menstruales irregulares.
En mujeres de entre 19 y 39 años, el SUA tiende a estar asociado con factores más específicos, como lesiones estructurales en el útero (por ejemplo, pólipos o fibromas), ciclos anovulatorios (ciclos en los que no ocurre ovulación), el uso de anticonceptivos hormonales que alteran la regulación del ciclo menstrual, o hiperplasia endometrial (un crecimiento anómalo del endometrio que puede causar sangrados abundantes). Estos factores suelen ser identificados a través de la evaluación médica y pueden ser tratados con diversas estrategias terapéuticas, dependiendo de la causa subyacente del SUA.
Evaluación clínica
Los síntomas y signos del sangrado uterino anómalo varían dependiendo de la causa subyacente, pero generalmente incluyen alteraciones en la cantidad, duración y frecuencia del sangrado menstrual. Las mujeres afectadas pueden experimentar hemorragias más intensas o prolongadas que las observadas en los ciclos menstruales normales. Entre los síntomas comunes se encuentran sangrados excesivos, sangrados irregulares, sangrado entre períodos menstruales o la ausencia de menstruación en caso de anovulación. La variabilidad en la presentación clínica es extensa, lo que hace que la evaluación y diagnóstico sean esenciales para la correcta identificación de la causa.
Para realizar un diagnóstico adecuado de los trastornos relacionados con el sangrado uterino anómalo, el proceso debe abordar varias fases fundamentales. A continuación, se detallan las principales consideraciones para llegar a un diagnóstico certero:
1. Confirmación de la fuente uterina del sangrado:
El primer paso es verificar que la fuente del sangrado proviene del útero y no de otros órganos del tracto reproductivo o del sistema urinario. El sangrado uterino anómalo se caracteriza por una hemorragia originada en el útero, lo cual puede confirmarse mediante técnicas de imagen, como la ecografía transvaginal, y procedimientos adicionales, como la biopsia endometrial. En muchos casos, se emplean estas herramientas para asegurar que no haya una fuente extragenital, como una lesión en el cuello uterino o en las trompas de Falopio.
2. Exclusión del embarazo y confirmación de que la paciente es premenopáusica:
Es esencial excluir el embarazo como causa del sangrado anómalo. Aunque el sangrado puede ocurrir en mujeres embarazadas, las características del sangrado varían considerablemente de las del SUA típico. El diagnóstico diferencial incluye la comprobación de una posible gestación, que puede hacerse mediante análisis de sangre o pruebas de embarazo en orina. Además, se debe asegurar que la paciente es premenopáusica, ya que las mujeres en la perimenopausia o postmenopáusicas pueden experimentar sangrados anormales debido a causas hormonales o malignas. La edad de la paciente es un factor clave para determinar el origen del sangrado.
3. Determinación del patrón de sangrado (ovulatorio o anovulatorio):
El patrón del sangrado también es crucial para el diagnóstico. El sangrado ovulatorio regular suele seguir un ciclo predecible, mientras que el sangrado anovulatorio no sigue una secuencia regular. En el caso del sangrado anovulatorio, que es común en adolescentes y en mujeres cercanas a la menopausia, la falta de ovulación puede llevar a una proliferación irregular del endometrio, lo que resulta en un sangrado impredecible y, en ocasiones, abundante. Determinar si el sangrado es ovulatorio o anovulatorio ayuda a enfocar el diagnóstico hacia posibles desequilibrios hormonales u otras alteraciones reproductivas.
4. Determinación de anomalías estructurales (PALM) y riesgo de malignidad/hiperplasia:
Una de las principales causas del sangrado uterino anómalo son las anomalías estructurales en el útero. Estas incluyen pólipos endometriales, fibromas uterinos y adenomiosis. El riesgo de malignidad, como en el caso de cáncer endometrial o de cuello uterino, también debe ser evaluado, especialmente en mujeres mayores o aquellas con antecedentes de trastornos endometriales. El sistema de clasificación PALM (Pólipo, Adenomiosis, Leiomioma y Malignidad) ayuda a identificar estas condiciones y es fundamental para determinar si existe un riesgo de hiperplasia endometrial (crecimiento excesivo del revestimiento uterino), que a menudo se asocia con un mayor riesgo de desarrollar cáncer endometrial.
5. Identificación de condiciones médicas que puedan afectar el sangrado:
Es esencial identificar cualquier condición médica subyacente que pueda influir en el sangrado anómalo. Entre estas condiciones se encuentran los trastornos hemorrágicos hereditarios, como la enfermedad de von Willebrand o la hemofilia, que afectan la coagulación de la sangre. Asimismo, enfermedades endocrinas como el hipotiroidismo o el síndrome de ovario poliquístico pueden alterar el ciclo menstrual y desencadenar un sangrado irregular. La evaluación de estas condiciones médicas es importante, ya que un tratamiento adecuado de la causa subyacente puede aliviar o incluso resolver el SUA.
6. Evaluación de la contribución de los medicamentos:
El uso de ciertos medicamentos puede alterar la coagulación sanguínea o el equilibrio hormonal, lo que a su vez puede causar sangrados uterinos anómalos. Los anticonceptivos hormonales, que alteran los niveles hormonales para prevenir el embarazo, pueden provocar cambios en el patrón del sangrado menstrual. Los anticoagulantes, como la warfarina o los nuevos anticoagulantes orales, pueden aumentar el riesgo de sangrados excesivos. Además, algunos suplementos de productos naturales, como la vitamina E o el aceite de pescado, pueden interferir con la coagulación sanguínea y afectar la intensidad del sangrado menstrual. Identificar los medicamentos o suplementos que la paciente esté tomando es fundamental para determinar su posible impacto en el sangrado uterino.
Exámenes complementarios
El diagnóstico de sangrado uterino anómalo requiere un enfoque exhaustivo que implique una serie de pruebas y exámenes dirigidos a identificar la causa subyacente del trastorno. Estos exámenes no solo permiten confirmar el diagnóstico, sino también determinar la gravedad de la condición y orientar las opciones terapéuticas más adecuadas. Los exámenes diagnósticos se dividen en tres categorías principales: análisis de laboratorio, estudios de imagen y toma de muestra endometrial, cada una con un objetivo específico para abordar los posibles orígenes del SUA.
A. Laboratorio
El primer paso en la evaluación de una paciente con sangrado uterino anómalo es realizar un hemograma completo. Este análisis proporciona información crucial sobre la cantidad de glóbulos rojos, blancos y plaquetas en la sangre, permitiendo detectar signos de anemia, que es una complicación común en mujeres con sangrados menstruales excesivos. Además, se debe realizar una prueba de embarazo, ya que el embarazo ectópico o molar puede causar sangrados que se confunden con un SUA, y es fundamental excluir esta posibilidad antes de continuar con el diagnóstico.
En mujeres con trastornos hormonales o antecedentes de alteraciones metabólicas, es importante medir los niveles de tiroides, como la hormona estimulante de la tiroides (TSH), para detectar posibles disfunciones tiroideas. Las alteraciones en la función tiroidea, tanto el hipotiroidismo como el hipertiroidismo, pueden contribuir al sangrado uterino anómalo, por lo que la evaluación de estos niveles es esencial en la investigación diagnóstica.
Además, en adolescentes con sangrado menstrual abundante y adultos con antecedentes de trastornos hemorrágicos, se deben realizar estudios de coagulación, con especial atención a un panel de von Willebrand, ya que hasta un 18% de las personas con sangrado menstrual abundante severo presentan una coagulopatía subyacente. Las coagulopatías heredadas, como la enfermedad de von Willebrand, son una causa significativa de sangrados anormales y pueden pasar desapercibidas si no se realizan las pruebas adecuadas.
Para pacientes con sangrado irregular o tiempos prolongados entre los períodos menstruales, la medición de niveles de prolactina y de hormona foliculoestimulante (FSH) en suero puede proporcionar información sobre posibles trastornos endocrinos, como la hiperprolactinemia o la disfunción ovárica, que pueden alterar el ciclo menstrual y contribuir al sangrado anómalo.
Además, se debe obtener muestras vaginales o de orina para realizar pruebas que descarten infecciones, ya que infecciones en el tracto reproductivo, como la cervicitis o la endometritis, pueden causar sangrados anormales. Si es indicado, citología cervical también debe ser realizada para descartar patologías cervicales, incluyendo neoplasias precoces o malignas.
B. Imágenes
La ecografía transvaginal es una herramienta clave en la evaluación del sangrado uterino anómalo, ya que permite visualizar el útero y los ovarios para detectar fibromas (tumores benignos del músculo uterino) y adenomiosis(presencia de tejido endometrial dentro del músculo uterino). Esta modalidad también es útil para evaluar el grosor del endometrio, lo que puede ayudar a identificar hiperplasia endometrial o cáncer endometrial, condiciones que suelen asociarse con sangrados anormales en mujeres de mediana edad o mayores.
Cuando existe sospecha de pólipos endometriales o miomas subserosos (miomas ubicados en las capas externas del útero), se pueden utilizar técnicas adicionales como la sonohisterografía, en la cual se introduce una solución salina en la cavidad uterina mientras se realiza una ecografía, lo que permite visualizar mejor las estructuras uterinas. La histeroscopia, que consiste en la inserción de un tubo flexible con cámara en la cavidad uterina, también es útil para diagnosticar y tratar pólipos endometriales o miomas submucosos de forma directa y visual.
Aunque la resonancia magnética no es una modalidad primaria de imágenes para el diagnóstico de sangrado uterino anómalo, es una herramienta útil en casos complejos. La resonancia magnética permite una visualización más detallada de los miomas submucosos (miomas que crecen dentro de la cavidad uterina) y de la adenomiosis, proporcionando información adicional que puede ayudar a tomar decisiones terapéuticas más precisas.
C. Muestra Endometrial
La toma de muestra endometrial, o biopsia endometrial, es fundamental cuando se sospecha que el sangrado uterino anómalo puede estar relacionado con hiperplasia endometrial o carcinoma endometrial. Este procedimiento consiste en la extracción de una muestra del revestimiento uterino para su análisis histológico, lo que permite detectar células anormales o crecimientos excesivos del endometrio, que son indicativos de un riesgo aumentado de cáncer.
La biopsia endometrial también puede identificar pólipos endometriales y, en algunos casos, miomas submucosos. Este procedimiento se recomienda especialmente en mujeres mayores de 45 años, o en pacientes más jóvenes con antecedentes de exposición estrogénica no contrarrestada (como la obesidad, que puede aumentar los niveles de estrógenos) o con disfunción ovulatoria crónica, que aumenta el riesgo de hiperplasia endometrial. Además, es indicado en pacientes con sangrado persistente a pesar de tratamiento médico, ya que este análisis puede confirmar la presencia de un trastorno estructural o maligno que requiera tratamiento específico.
Tratamiento
Manejo médico
El tratamiento para el sangrado uterino anómalo (SUA) varía considerablemente dependiendo de la causa subyacente del trastorno, que debe ser determinada de manera exhaustiva a través de la historia clínica, el examen físico, los hallazgos de laboratorio, las pruebas de imagen y, en algunos casos, la muestra endometrial. Dado que las causas de SUA son diversas, desde anomalías estructurales del útero hasta trastornos hematológicos, el tratamiento debe ser altamente individualizado para abordar la etiología específica del sangrado y las condiciones comórbidas de cada paciente.
En aquellos pacientes cuyo sangrado es consecuencia de anomalías estructurales, como pólipos endometriales, fibromas uterinos o adenomiosis, o bien debido a trastornos hemorrágicos como la coagulopatía, el tratamiento suele ser más dirigido y específico. Para estos pacientes, las opciones de tratamiento incluyen intervenciones quirúrgicas, como la extirpación de pólipos o miomas, o el manejo de los trastornos hemorrágicos con terapia específica, como la administración de factores de coagulación o medicamentos hemostáticos.
Sin embargo, una proporción significativa de pacientes, especialmente aquellas mujeres en la perimenopausia, experimentan sangrados anormales debido a la disfunción ovulatoria (SUA-O). En estos casos, el tratamiento se orienta principalmente hacia la regulación del ciclo menstrual y el control del sangrado, considerando, además, otras condiciones médicas subyacentes que puedan estar contribuyendo a la disfunción ovulatoria, como las alteraciones tiroideas.
El tratamiento para el SUA debido a disfunción ovulatoria generalmente involucra el uso de terapias hormonales que ayuden a restablecer un ciclo menstrual más regular y a reducir la cantidad de sangrado. Uno de los tratamientos más efectivos incluye el uso de anticonceptivos hormonales combinados, que contienen estrógeno y progestina. Estos anticonceptivos pueden administrarse en forma de pastillas orales, parches transdérmicos o anillos vaginales, y ayudan a regular el ciclo menstrual y reducir el sangrado excesivo. Además, el dispositivo intrauterino (DIU) con levonorgestrel de 52 mg también ha demostrado ser un tratamiento eficaz para controlar el sangrado en mujeres con disfunción ovulatoria. La elección entre estos tratamientos dependerá de las preferencias de la paciente, así como de la presencia de contraindicaciones, como antecedentes de trombosis o problemas cardiovasculares, que podrían hacer que los anticonceptivos orales no sean apropiados.
En casos en los que los anticonceptivos combinados no son adecuados o bien la paciente no desea utilizar métodos anticonceptivos, se pueden emplear medicamentos solo con progestina, que también tienen un efecto estabilizador sobre el endometrio y son útiles para reducir el sangrado. Estos medicamentos pueden administrarse en forma de tabletas orales o mediante inyecciones, y aunque son generalmente efectivos, existen menos consensos en cuanto a los regímenes óptimos de tratamiento. Además, algunos estudios sugieren que estos tratamientos son menos eficaces que los anticonceptivos hormonales combinados o el DIU con levonorgestrel.
En pacientes que no deseen utilizar terapias hormonales o que prefieran alternativas, existen varias opciones no hormonales que también han demostrado ser eficaces para el manejo del SUA. Los antiinflamatorios no esteroides(AINEs), como el naproxeno o el ácido mefenámico, pueden ser utilizados para reducir la intensidad del sangrado menstrual. Estos medicamentos, que se administran en las dosis antiinflamatorias estándar durante la menstruación, ayudan a disminuir la cantidad de sangrado y a aliviar el dolor asociado al ciclo menstrual. Además, el ácido tranexámico, un medicamento antifibrinolítico, es eficaz para reducir la pérdida de sangre al inhibir la disolución prematura de los coágulos sanguíneos. En varios estudios, se ha demostrado que el ácido tranexámico disminuye la pérdida de sangre en un 40%, siendo incluso más efectivo que los AINEs en estudios comparativos directos. Este medicamento se administra generalmente en dosis de 1300 mg tres veces al día durante el período menstrual y es una excelente opción no hormonal para el manejo de la hemorragia.
Para pacientes con sangrado más abundante, el tratamiento con anticonceptivos orales combinados (que contienen entre 30 y 35 microgramos de etinilestradiol) puede ser útil para controlar el sangrado. En casos agudos, existen regímenes de dosificación específicos, como tomar la pastilla tres veces al día durante 1 o 2 días, seguida de una pastilla dos veces al día hasta el día 5, y luego continuar con una pastilla diaria hasta el día 20 del ciclo. Este tratamiento tiene como objetivo estabilizar el endometrio y reducir el sangrado.
En situaciones de sangrado abundante que requiera hospitalización, el tratamiento de primera línea son los estrógenos conjugados intravenosos, administrados a dosis de 25 mg cada 4 horas durante tres o cuatro dosis, con el fin de detener el sangrado agudo. Posteriormente, los estrógenos conjugados orales o el etinilestradiol pueden administrarse por vía oral, acompañados de acetato de medroxiprogesterona durante los últimos 10 días de tratamiento, o bien con la opción de continuar el tratamiento con un anticonceptivo oral combinado durante tres semanas. Estos tratamientos hormonales ayudan a estabilizar el endometrio y controlar el sangrado de manera eficaz.
Tratamiento quirúrgico
Para los pacientes con sangrado uterino anómalo (SUA) que no responden al tratamiento médico o que prefieren evitar los enfoques médicos, las opciones quirúrgicas se presentan como una alternativa válida y efectiva. El manejo quirúrgico del SUA se reserva generalmente para casos en los que se han identificado lesiones estructurales en el útero, tales como fibromas, adenomiosis o pólipos endometriales, que son causas comunes de sangrado abundante. En estos casos, la cirugía tiene como objetivo eliminar o tratar las lesiones subyacentes para controlar el sangrado.
Las opciones quirúrgicas mínimamente invasivas se han vuelto cada vez más populares debido a su menor riesgo, recuperación más rápida y menores tasas de complicaciones. Una de las principales intervenciones mínimamente invasivas para el tratamiento de los fibromas uterinos es la embolisación de la arteria uterina. Este procedimiento consiste en bloquear los vasos sanguíneos que irrigan los fibromas, lo que conduce a la reducción de su tamaño y, en consecuencia, a la disminución del sangrado. Otra técnica mínimamente invasiva es la ablación por ultrasonido focal, que utiliza ondas ultrasónicas de alta frecuencia para destruir el tejido fibroso de los miomas, proporcionando un alivio efectivo en términos de control del sangrado.
En aquellos casos en los que los miomas son lo suficientemente grandes o se encuentran en ubicaciones que dificultan los tratamientos menos invasivos, la miomectomía (extirpación de los fibromas) o la histerectomía (extirpación del útero) son opciones quirúrgicas más invasivas, pero también altamente efectivas. La miomectomía puede ser preferible en mujeres que deseen preservar su fertilidad, mientras que la histerectomía se reserva para aquellas en quienes la preservación del útero ya no es una prioridad.
La adenomiosis, que implica la presencia de tejido endometrial dentro del miometrio, es una causa común de sangrado uterino anómalo y se caracteriza por un dolor pélvico crónico y sangrados abundantes. El tratamiento definitivo para la adenomiosis es la histerectomía, especialmente en mujeres que ya no desean conservar su fertilidad o cuando otros tratamientos no han sido efectivos. En algunos casos, se pueden utilizar enfoques menos invasivos como los tratamientos hormonales o la embolización de la arteria uterina, pero la histerectomía sigue siendo el tratamiento más eficaz para esta condición.
Los pólipos endometriales son crecimientos benignos que se desarrollan en el revestimiento del útero y que pueden causar sangrados irregulares o abundantes. Estos pólipos pueden ser tratados de manera eficaz mediante histeroscopia, un procedimiento mínimamente invasivo que permite visualizar el interior del útero y extirpar los pólipos mediante un pequeño instrumento. Este enfoque es menos invasivo que las opciones quirúrgicas tradicionales y permite una recuperación rápida.
En mujeres que no presentan anomalías estructurales, la ablación endometrial es una opción quirúrgica que puede ser considerada. Este procedimiento tiene como objetivo destruir el revestimiento del útero, lo que reduce significativamente la cantidad de sangrado menstrual. La ablación endometrial ha mostrado resultados similares en términos de reducción de la pérdida de sangre en comparación con el uso de un dispositivo intrauterino con levonorgestrel de 52 mg, y puede ser una opción atractiva para aquellas pacientes que prefieren un tratamiento quirúrgico.
Existen varias técnicas para la ablación endometrial, cada una con sus ventajas y desventajas. Las técnicas histeroscópicas incluyen la ablación endometrial con electrobisturí, que utiliza corriente eléctrica para destruir el tejido endometrial, y la fotocoagulación con láser, que también se usa con fines de destrucción de tejido endometrial. Ambas técnicas se realizan bajo visión directa del interior del útero mediante un histeroscopio y ofrecen una solución eficaz para la reducción del sangrado.
Por otro lado, las técnicas no histeroscópicas incluyen opciones como la ablación por radiofrecuencia bipolar por impedancia, crioblaqueo (que utiliza frío extremo para destruir el tejido endometrial), ablación térmica con fluido libre circulante y ablación por vapor. Estas técnicas son bien adaptadas para terapia ambulatoria bajo anestesia local, lo que las hace más accesibles y menos invasivas.
Aunque la histerectomía era una opción ampliamente utilizada en el pasado para el tratamiento del SUA no sensible al tratamiento médico, las nuevas técnicas quirúrgicas y los tratamientos médicos han disminuido su frecuencia. Las terapias menos invasivas, como la ablación endometrial y el dispositivo intrauterino hormonal, ofrecen buenos resultados a corto plazo con un bajo riesgo de complicaciones, lo que las hace opciones más atractivas que la histerectomía, particularmente en mujeres que desean conservar su fertilidad o evitar una cirugía mayor.
El tratamiento para la hiperplasia endometrial depende de si presenta o no atipia celular. Para la hiperplasia endometrial sin atipia, el tratamiento inicial incluye vigilancia en caso de que el riesgo de progresión a cáncer sea bajo, y la eliminación de factores desencadenantes, como la anovulación. Además, el uso de anticonceptivos orales o terapia con progestina es común para controlar el crecimiento endometrial y prevenir la progresión a una forma más grave de la enfermedad. Las opciones de progestina incluyen el acetato de medroxiprogesterona o el acetato de noretindrona, o bien el uso de un dispositivo intrauterino con liberación de progestina.
Por otro lado, la hiperplasia endometrial con atipia o neoplasia intraepitelial endometrial, que implica un mayor riesgo de desarrollar cáncer endometrial, requiere tratamiento más agresivo. En este caso, la histerectomía es el tratamiento preferido, ya que proporciona una solución definitiva para evitar la progresión del cáncer. Sin embargo, en algunas pacientes con este tipo de hiperplasia, especialmente aquellas que desean preservar su fertilidad, se puede considerar la terapia con progestina con muestreo endometrial repetido para monitorear la respuesta y la posible reversión de la condición. Este enfoque se utiliza para aquellas mujeres que no son candidatas para cirugía o que tienen deseos de concebir en el futuro.

Fuente y lectura recomendadas:
- Belcaro C et al. Comparison between different diagnostic strategies in low-risk reproductive age and pre-menopausal women presenting abnormal uterine bleeding. Diagnostics (Basel). 2020;10:884. [PMID: 33142970]
- Lebduska E et al. Abnormal uterine bleeding. Med Clin North Am. 2023;107:235. [PMID: 36759094]
- Munro MG et al; FIGO Committee on Menstrual Disorders and Related Health Impacts, and FIGO Committee on Reproductive Medicine, Endocrinology, and Infertility. The FIGO ovulatory disorders classification system. Fertil Steril. 2022;118:768. [PMID: 35995633]
Originally posted on 6 de febrero de 2023 @ 9:11 AM